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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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03-09-2010

 

 

 

 

Ingenieros y Ugarte, maestros del pensamiento crítico

SURda

Julio A. Louis

Hoy algunos nacionalistas (como el Pepe o Lula) postergan la transición socialista para un futuro indefinido y apuestan al desarrollo nacional por la vía capitalista, mientras algunos sedicentes socialistas pregonan un socialismo desligado de la situación concreta. Por eso es preciso refrescar el proceso que va plasmando la indisoluble vinculación del nacionalismo revolucionario con el socialismo.

Bajo el imperialismo británico predominante en el Cono Sur se consolidan las relaciones capitalistas en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX. Después de llegar mercancías y capitales, vienen emigrantes. La oligarquía los utiliza como mano de obra dócil y barata, para terminar de arrinconar al criollaje díscolo. Provienen de países atrasados de Europa -de España e Italia principalmente- y arrastran una sujeción antiquísima de semi-siervos campesinos. En cantidad menor llegan hombres que han pasado por la escuela del proletariado, militantes socialistas y anarquistas, muchos huidos de las represiones de Thiers en Francia o de Bismarck en Alemania; de ellos nacen las primeras manifestaciones de lucha sindical y política proletarias. Es comprensible que los proletarios e intelectuales europeos que forman el primer contingente del socialismo rioplatense, confundan la realidad de sus capitales (Buenos Aires o Montevideo), a donde mayoritariamente arriban, con los países a que pertenecen y estimen que la lucha debe repetir las de Europa.

Mientras las ciudades de Europa y de EE.UU. crecen relacionadas a la industria, las ciudades portuarias del Río de la Plata son intermediarias, especie de factorías. La penetración capitalista europea y estadounidense, no significa desarrollo nacional-burgués, capitalismo nacional que reitere las pautas y los pasos del metropolitano. La débil burguesía industrial, constituida en base a una producción artesanal y rudimentaria, contrapone sus intereses con los del bloque dominante, expresado en la alianza de los capitalistas extranjeros con los grandes estancieros y comerciantes. La situación -fruto de lo que Lenin denomina ley del desarrollo desigual- es que la penetración imperialista no reedita en las colonias y semicolonias el proceso de las metrópolis, sino que organiza y combina la desigualdad, nutriendo la prosperidad de las primeras gracias al retraso de las segundas. La incomprensión de ese fenómeno origina interpretaciones erróneas y nocivas para el conjunto de las clases, capas y sectores populares, que no son exclusivas de un partido sino de varios. Por ejemplo, el fundador del P. Socialista Argentino (Dr. Juan B. Justo) descalifica al “elemento criollo”, o se opone a exhibir “el espantajo del imperialismo yanqui” como hoy se plantea no “culpar” al imperialismo de nuestros problemas.

Sin embargo, entre tanto desconcierto, aparecen los críticos “envenenadores”, que ponen “palos en la rueda”, como José Ingenieros o Manuel Ugarte. José Ingenieros (1877-1925), maestro de más de una generación en filosofía y medicina, autor de obras señeras de un renovado humanismo como “El hombre mediocre” y “Hacia una moral sin dogmas”, cofundador del Partido Socialista de Argentina (1898), cobra conciencia del imperialismo con las intervenciones yanquis en América Central y el Caribe, condena la Doctrina Monroe, propone la unidad de América Latina, y con tal fin, funda la Liga Latinoamericana.

Manuel Ugarte (1875-1951), según Jorge A. Ramos, aparece como un leproso de su tiempo por sus afirmaciones fuera de onda cuando la intelectualidad copiaba a Inglaterra y Francia, porque de ellas provendría la “civilización” enfrentada a la “barbarie criolla”. Propone revivir a Bolívar adaptándolo, crear una Federación de Estados Sudamericanos (1903), pensar en el socialismo, y apoya los movimientos antiimperialistas de Sandino en Nicaragua, Grau San Martín en Cuba, o Perón en su primera época. Se le ignora. No le queda más que enmudecer o emigrar – segunda alternativa que escoge más de una vez- pues en el reinado del libre cambio en que se importa todo, también se importa la cultura, y la extranjera arrasa con la local. La mayoría de la poblacion es analfabeta y las minorías cultas padecen de la ignorancia nacida de la indiferencia y el desprecio a las necesidades y deseos de sus pueblos. En 1902 se esfuerza por conciliar el internacionalismo socialista con el nacionalismo latinoamericano. Afiliado al PS de Argentina (1903) valora que los socialistas deben asumir banderas nacionales-democráticas, enfatizando que el socialismo tiene que ser nacional. Del PS es separado en 1914, regresa a sus filas en 1935 pero será expulsado al año. Realiza una agitada gira latinoamericana que le da renombre en 1912, durante la cual algunos gobiernos y los embajadores norteamericanos prohíben sus conferencias, pero diserta ante muchedumbres. Haya de la Torre le considera el más importante precursor del APRA. A su vez, colabora con “Amauta” revista de Mariátegui. Vive más de veinte años en “exilio voluntario”. Entre sus afirmaciones destacamos: “somos indios, somos españoles, somos latinos, somos negros, pero somos lo que somos y no queremos ser otra cosa”; juzga que Argentina es una provincia de la América Latina balcanizada y cree que la política socialista que no considere este elemento será perjudicial; los factores de desnacionalización son “los empréstitos, las vías de comunicación, las tarifas aduaneras, las genuflexiones diplomáticas, las lecturas, las noticias y hasta los espectáculos.” Su planteo es clasista: “La miopía de nuestras clases dirigentes ha fomentado el imperialismo”. Sostiene que “la paz no será posible mientras haya pueblos sojuzgados por el colonialismo”. En fin, en tiempos en que no actuar con decisión, no meter el bisturí a fondo, arriesga traer un grave retroceso histórico, estos pensadores no deben estar ausentes.

 

 

 
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